Por María Celsa Rodríguez
El juez Claudio Bonadío, pidió el desafuero de la ahora Senadora Cristina Fernández de Kirchner, para llevar a cabo su detención porque, según estima la justicia, la ex mandataria «puede entorpecer la causa abierta por la denuncia por encubrimiento que el fiscal Alberto Nisman, realizó en enero de 2015 contra ella y varios miembros de su Gobierno, cuatro días antes de aparecer muerto en condiciones que todavía se investigan».
Desde el punto de vista ético, ella NUNCA debió haber asumido como senadora, al estar imputada y procesada en varias causas. Si hacemos un poco de historia, irónicamente la realidad la coloca en una situación similar a un escenario en que ella fue una protagonista desde el otro lado del escritorio. Cuando en el año 2001 presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales en el Senado y se opuso rotundamente a que el electo senador por Corrientes, Raúl Rolando Romero Féris, asumiera su cargo argumentando en una carta dirigida al Presidente de la Cámara alta, Ramón Puerta, que:
«por las razones que son de público y notorio conocimiento, incorporar a un ciudadano con múltiples proceso, todos ellos con motivo del ejercicio de la función publica… agregaría un escándalo difícil de superar y herirá de muerte las posibilidades de reconciliar a la institución con la sociedad. La República necesita no solamente nuevos senadores sino un Nuevo Senado… No corresponde por razones de legalidad electoral y de legitimidad institucional».
Sus palabras entonces, hoy es una daga que se vuelve en su contra, porque ella no esta a la altura moral ni ética de estar cubriendo un escaño en el Senado. Ella ni Carlos Menem, dos ex presidentes que han cometido delitos contra la Patria. Una ex presidente que tiene parte de su gabinete entre rejas o procesados e imputados no puede representar a los ciudadanos argentinos. En todo caso solo pueden representar a delincuentes como ellos.
Adela Cortina, escribió:
«Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos sigan proliferando con toda impunidad».
En política el comportamiento ético significa cumplir con lo que se le promete al elector, pero también significa mantener la honradez en los actos y en el ejercicio de sus funciones, donde -para estos sujetos-, sus deseos programáticos como sus objetivos políticos fue siempre usar el poder para favorecer a sus intereses personales como el de sus familiares y de su entorno político.
Del mismo modo que Marcos Di Palma, diputado provincial por la Provincia de Buenos Aires, por Unidad Ciudadana tampoco puede ser legislador, un sujeto que él mismo dijo que compró el título del secundario y hasta eligió las notas que componía su analítico, está indicando la potencialidad de caer en cualquier acción corrupta.
Los psicólogos piensan que las conductas donde la ética se encuentra absolutamente debilitada, comienza primero a manifestarse con una pequeña falla, algo insignificante, como una infracción o un incumplimiento, luego se van repitiendo otros actos que llevan a la degradación sistemática del sujeto hasta convertirse en un hábito común y cotidiano, que encuentra su eco espejo en otros pares para hallar un justificativo que resulta complaciente a sus actos corruptos, porque «todos lo hacen».
Si de veras queremos un cambio no podemos seguir incorporando elementos gangrenosos que generan una malformación de intereses, destruyendo y contaminando el crecimiento del país. De lo contrario, estaríamos repitiendo errores del pasado para caer en la concupiscencia de actos que profanan los principios rectores de aquel pensamiento alberdiano. Como dijo Karl Popper:
«tenemos que cambiar nuestra actitud hacia nuestros errores. Es aquí donde hay que empezar nuestra reforma práctica de la ética».
La justicia quiere la detención de Cristina Kirchner, porque sabe que desde su cargo legislativo moverá los hilos para entorpecer la causa. Sabemos de sus maniobras oscuras, porque siempre le ha faltado el respeto a los argentinos, y se ha burlado de la justicia Como dice Tucídides:
«da[rá] rienda suelta a sus deseos y rencores y sin más ley que el propio ardid menospreci[ará] la justicia y el bien común. Llegados al poder satisfac[erán] sus odios personales a fuerza de sentencia inocuas y descarada violencia».
Tratemos que las ideologías no sea una daga sobre la ética.
La autora es: Directora de ChacoRealidades; www.chacorealidades.blogspot.com.ar; Analista del Circulo Acton Chile @CirculoActonChile